EL DECLIVE DEL IVAM

EL DECLIVE DEL IVAM. Turia 2.403 (19-02-2010)

ed Cartelera Turia

Quién te ha visto y quién te ve. Es la expresión que más se ajusta a la realidad de un museo, el IVAM, que acusa un peligroso declive en el vigésimo aniversario de su existencia. Qué lejos quedan los tiempos en que este enclave fue una referencia en el circuito internacional del arte moderno. Fue llegar la derecha al gobierno de la Generalitat y comenzar un período errático, sobre todo a partir de la llegada de Cosme de Barañano que, más que romper con el pasado, marcó un punto de inflexión y pendiente hacia el abismo, agujero negro que está culminando Consuelo Císcar. Lo peor no es la falta de inversiones en la adquisición y gestión de fondos, aparte las donaciones. En realidad, bien poco queda en la tarta presupuestaria para este capítulo, si las prioridades apuntan hacia circos ruinosos como la Fórmula 1, la Copa del América que en paz descanse y saraos parecidos que, contrariamente a lo que barrunta la alcaldesa, están bastante lejos de situar a Valencia en el foco de atención del mundo mundial. Cuando el IVAM era parada obligada en el recorrido de las más prestigiosas muestras y exposiciones internacionales, es posible que su influjo no tuviera precio. Coste, sí. Como todo. En este caso, una gestión coherente y proporcionada a unos presupuestos bastante más equilibrados que en nuestros aciagos días de endeudamiento, boato y propaganda flatulenta. El desprestigio arrecia. La devaluación del otrora referente del arte moderno en los circuitos mundiales tiene su correlato en la programación de carácter provinciano y el escaso rigor en la gestión de la institución. Artistas, críticos y galeristas exigen un código de buenas prácticas, a todas luces incompatible con estas autoridades premodernas, incultas y aldeanas que ocupan el organigrama gubernamental del señorío. Cualquier comparación del IVAM con antiguos homólogos como el Reina Sofía de Madrid y el Macba de Barcelona es como imaginar la entrega de los Óscar de Hollywood en un cine de barrio de los años cuarenta, con asientos de madera, pantalla de lona y algarabía en el patio de butacas. La sensibilidad artística de la autoridad competente ha descendido hasta la altura donde la columna vertebral pierde su nombre. Pero en su imaginario triunfal creen seguir atrayendo a lo mejor de cada casa en cuestión de arte moderno. Por eso exhiben un programa que disuade al turista más inculto. Tiene razón la alcaldesa. Lo que han hecho con el IVAM no tiene precio.

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