14 d'octubre de 2023
Per Ràdio Klara
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Antonio Pérez Collado

Artículos Perecederos

Sin duda nos va a costar mucho que el personal, especialmente el que trabaja en medios de comunicación, deje de usar el término anarquía como sinónimo de caos, violencia y desorden. Indigna sobre todo cuando por anarquía quieren vendernos el panorama resultante de aplicar los dogmas básicos del capitalismo (guerra, explotación, colonialismo, saqueo de recursos, etc.) en cualquier rincón del mundo; más concretamente del tercer mundo. Tratamiento que se mantiene a pesar de que hasta el diccionario, tan remiso y lento con los cambios, reconoce prioritariamete ya que la anarquía es una idea política, un proyecto de sociedad libre y sin autoridad estatal.

Pero para desesperación nuestra, antes de que se normalice el uso correcto del vocablo anarquía, asistimos impotentes a la introducción de un nuevo cambio que viene a liar un poco más las cosas y a acentuar el empastre ideológico que padece la mayoría de la población española. Se trata de la llegada -parece que para quedarse- del palabro «libertarianismo» que, como todas las modas que adopta el lenguaje popular, procede del idioma inglés y sobre todo de la influencia cultural de Estados Unidos.

El problema para quienes nos expresamos en cualquiera de las lenguas peninsulares es que por estas tierras los términos anarquista y libertario se usan como sinónimos, aunque entre ellos hay algunos matices que marcarían ciertas diferencias, como manifiestan determinados pensadores y estudiosos del movimiento libertario.

En España (una valoración aparte merece el caso de América Latina) el concepto libertarianismo apenas se había usado hasta hace unos años. Sin embargo en Norteamérica el término circulaba con normalidad en revistas y libros; unas veces marcando las diferencias con el anarquismo tradicional y otras mezclando teorías de uno y otro campo, dando lugar a un programa que poco tiene ya que ver con la acracia. Un caso diferente lo tenemos en Latinoamérica, donde la idea de libertario no se circunscribe exclusivamente al anarquismo, sino que también se aplica a quienes defienden posturas coincidentes con los primeros líderes de la inacabada lucha de liberación nacional. Lo que está claro es que tampoco en la América hispana hay coincidencia de significado con los usuarios del inglés.

Por que, en esencia, el libertarianismo viene a representar la filosofía política que propugna una sociedad donde la libertad individual y de empresa no estén regidas por gobierno alguno, ya que se supone que es el mercado el que regula las relaciones y la propiedad privada la que garantiza el progreso social. En Europa, por regla general, esta teoría recibe nombres como capitalismo salvaje, ultraliberalismo o neoconservadurismo.

El poder de penetración de las ideas que vienen del norte del río Bravo parece irresistible y ya tenemos en toda Europa nuestros propios políticos, filósofos y economistas proponiendo las mismas burradas que triunfan en los USA: reducción de impuestos y, lógicamente, de servicios sociales para la población más desfavorecida, privatización de todos los sectores económicos, recortes de subsidios y pensiones, liberalización total de precios y otras medidas para debilitar lo público en beneficio de las grandes empresas y los bancos, entre las que destaca por su crueldad la eliminación de cualquier barrera al movimiento del dinero, al tiempo que se cierran las fronteras a las personas empobrecidas por el propio capitalismo.

Lejos de ser idas nuevas, todas estas propuestas neoliberales están en el ADN del viejo capitalismo y su aportación al avance de la justicia social es totalmente negativa. No debemos aceptar los cantos de cisne (o de buitre) de los conversos apóstoles europeos del capitalismo yankee y luchar por una Europa y un mundo libres, colectivistas y solidarios.




Autor font: Radioklara.org